El 1965, un estudio del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, sobre población no institucionalizada, detectó ingestas inferiores a las recomendadas para energía, calcio y vitaminas. El estudio de Ten State Nutrition Survey, realizado en 10 estados norteamericanos entre 1968-1970, también se encontró con malnutrición proteico-energética. El NHANES III, cuyo trabajo de campo se llevó a cabo entre 1988-1994, reflejó que la ingesta disminuye conforme avanza la edad, siendo menor en los ancianos que viven en sus domicilios que los institucionalizados. En un estudio, llevado a cabo en el Reino Unido en 1972, se comprobó lo anteriormente expuesto y se concluyó que muchos de los problemas se podrían evitar con visitas periódicas a los centros de salud.
En el país vasco un estudio llevado a cabo por Aranceta et al; en 1990 sobre la población de Bilbao mayor de 60 años, revelaba ingestas deficitarias en zinc y magnesio entre los varones, e ingestas medias bajas en hierro, zinc, magnesio y ácido fólico para mujeres. Los resultados de diferentes estudios ponen de manifiesto que la malnutrición proteico-energética es un problema importante en los ancianos ingresados en centros hospitalarios de enfermos agudos o crónicos.
En la actualidad, continúa existiendo una gran preocupación respecto al estado nutricional de las personas en edad avanzada y por ello se continúan haciendo estudios para identificar poblaciones que presentan riesgo de desnutrición o ya están desnutridos y los factores que predisponen a esta situación.
Así en el 2013, en un estudio canadiense observaron que un 32,6% de hombres y mujeres entre 65 y 74 años tenían riesgo de malnutrición y que factores como los ya mencionados de pérdida del apetito, la reducción de la movilidad, la soledad y la depresión contribuían al desarrollo de la malnutrición.
En otro estudio en Cantabria de M. Jiménez Sanz y cols en el 2011 observaron que el 33.6% de las personas presentaban riesgo de malnutrición y un total del 6.2% estaban ya malnutridas. En los individuos malnutridos se identificaron que el 21.3% se correspondían con personas valoradas en su domicilio, frente al 11.6% de los alojados en residencias y sólo el 1.9% de los que acudieron a atención primaria están malnutridos.
Este repaso lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué sucede esto?
Es evidente que en la sociedad actual se dispone, prácticamente, de todo tipo de alimentos y en cantidad suficiente, para que la «despensa» de cualquiera esté completa y permita el desarrollo de pautas alimentarias adecuadas, sanas y equilibradas. Además se dispone de unos sistemas de salud pública que permiten, sin un coste excesivo para los pacientes, el control de la salud de una forma clínicamente adecuada.
Aún con la cantidad de alimentos disponibles y los sistemas de salud pública, la desnutrición en el paciente de edad avanzada continúa estando presente en la actualidad. Principalmente sucede por los factores físicos y psicosociales a los que se enfrentan estas personas, por ello, es muy importante que se establezcan estrategias sociales para evitar su aislamiento social y reciban una educación nutricional adecuada.